26.1.11

Lecturas de verano: Cantoni x 3



Hace tiempo que tenía ganas de escribir una serie de reseñas de lo que estuve leyendo últimamente. En lugar de esperar el paper perfecto, decidí que, si lo voy a hacer, más vale que sea así, espontáneamente y como vaya saliendo, en formato blog. Al menos le dará la frescura y espontaneidad de la que carecen la mayor parte de los papers académicos.

Quiero empezar reseñando tres libros del poeta platense César Cantoni, que si no me equivoco son sus tres últimas publicaciones: Triunfo de lo real (2001), La salud de los condenados (2004) y Diario de paso (2008)*.

Triunfo de lo real
y La salud de los condenados están organizados en diversas secciones marcadas por tonos y temáticas específicas. Por ese motivo, me ocuparé de Diario de paso al final de la reseña, ya que siento que ese libro presenta, casi en su totalidad, una mayor coherencia temática y expresiva.

1.

Para quien no haya leído nunca a Cantoni, quizás sea una buena pista referirme primero a la sección de homenajes que incluyen Triunfo de lo real y La salud..., ya que estos pueden dar una idea de las fuentes de las que se nutre su poesía. La segunda parte de Triunfo de lo real se llama "Homenajes", e incluye referencias explícitas a William Carlos Williams, Theodore Roethke, W. H. Auden y Leroi Jones. Por su parte, La salud de los condenados tiene una sección titulada "Los maestros del corazón", con referencias a Van Gogh, Robert Lowell, Pasolini, Almafuerte y Li Tai Po. Además, cada sección de La salud de los condenados toma su título de una cita, de modo que el diálogo con otros autores (Vretakos, Carlos Drummond de Andrade, Cioran, Delmore Schwartz, Ungaretti...) se hace más denso y complejo, y esto no agota todas las referencias literarias o artísticas incluidas en los libros.
A pesar de esta variedad, a mi juicio hay algunos rasgos fuertemente herederos de la poesía norteamericana en la escritura de Cantoni: la tendencia a hacer de la anécdota cotidiana el tema profundo de un poema, cierto pesimismo esencial (o cierta sospecha sobre la liviandad del optimismo), la preeminencia del yo: un yo que está muy lejos del egotismo romántico, y que por el contrario es el yo de los márgenes, que ya perdió la esperanza de ser escuchado.

Triunfo de lo real
puede dar la idea, por su título y su contenido, de que es un libro centrado en la percepción de lo cotidiano y lo insignificante como disparadores del poema: como si se tratara de una poética de lo minimalista. Sin embargo, esta insignificancia luego se revela engañosa, porque cada uno de los poemas (incluso los que parecen haber sido garabateados en una hoja de papel y transcriptos sin mayor trámite), tiene una profunda elaboración detrás. En el reverso de esta espontaneidad aparece, sin duda, la revisión concienzuda. O, para decirlo de otro modo, para llegar a lo simple es necesario haber destruido y purificado en el camino todo lo que podía sonar complejo, barroco, impostado.


Dos características más de Triunfo de lo real dan cuenta de la experiencia del autor en el oficio de poeta: la definición de las cosas a través de su negación ("Aquí no hay dios, ni griego ni romano / que presida ninguna ceremonia. / No hay oro ni laurel para los vencedores"), y la continuidad de una misma frase a lo largo de los versos y las estrofas, lo que le da cierta naturalidad a muchos poemas, y una cualidad más sentenciosa:

          Una botella rota,
          un pedazo de plástico,
          papeles que el viento dispersa
          por la calle —cosas pesadas,

          mensuralbes, gastadas
          por el uso y la inercia
          de los días—: eso es todo,
          la residual materia del mundo
          renovándose sin pausa en nuevas

          formas: otra botella,
          algún ícono, la blanca página
          sobre la cual escribo ahora
          estas porfiadas líneas.

               ("Química elemental", El triunfo de lo real.)

El título se justifica, entonces, no por el apunte sobre lo cotidiano, sino por la imposibilidad misma de aprehender o interpretar lo "real": el poema se convierte en el testimonio de un fracaso. En el reconocimiento de esa imposibilidad se debe ver el triunfo del libro ("...el observador no cede / frente al triunfo de lo real").
A diferencia de lo que ocurre en La salud de los condenados, me parece que Triunfo de lo real, hacia el final, se contamina de otras voces en su sección de "Homenajes", y en ciertas referencias que inevitablemente recuerdan la Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters ("Necrópolis", "Epitafio", "En este pueblo", etc.). En medio de estas reescrituras, ensayadas con mayor o menor suerte, sobresalen con mérito propio tres textos que desarrollan una pequeña arte poética: "Parábola del tenista", "El oficio de poeta" y "Notas para una posible arte poética".

2.

La salud de los condenados y Diario de paso prolongan, a su modo, esa épica de la cotidianeidad (siempre fracturada, siempre cubierta de un halo de sospecha) que había comenzado en Triunfo de lo real:

          Hoy no parece menos épico cruzar la calle
          —esquivar la furia homicida de los autos—
          que emular las hazañas de Ulises [...].

          Cuando lo grande, lo noble y lo justo
          están vedados, y la ilusión y la esperanza
          son escamoteadas, la sola supervivencia
          ya es una forma de heroísmo.

               ("Épica", La salud de los condenados)

La primera sección de La salud..., "Monólogo en verso", estará centrada en ese yo, como una especie de autobiografía poética, plantada en su presente con el azoramiento de aún estar vivo.
"La vida presente" es quizás la parte más lograda: parece haber sido escrita con el diario en la mano, como comentario, respuesta y reverso de lo periodístico. Allí donde el periodismo se limita a hacer la crónica de las desgracias diarias y luego salta a la sección de Deportes y Espectáculos para borrar esa imagen del horror hasta el dia siguiente, Cantoni toma unos cuantos episodios periodísticos, casi sin nombres ni fechas, y los convierte en reflejos de una época y signo de los tiempos.


En la sección de homenajes ("Los maestros del corazón"), se destaca la carta imaginaria de Theo a Vincent Van Gogh, y al igual que en Triunfo de lo real, el final esboza un arte poética provisoria a través de la figura del poeta como personaje: el yo del "Monólogo en verso" se convierte, hacia el final, en otro.
Finalmente, quiero destacar este poema de la sección "La experiencia del vacío":

          Fiel a su naturaleza,
          a su destino trágico,

          la bala fijó la trayectoria
          y apuró el desenlace.

          Fría, sórdida, implacable,
          perforó el cráneo,

          la masa encefálica,
          el universo íntimo.

          Destrozó sueños,
          imágenes, razonamientos.

          Abolió la conciencia,
          la subjetividad.

          Hizo centro
          en la nada.

               ("Trayectoria", La salud de los condenados)

3.

Diario de paso es, desde mi punto de vista, el más logrado de los tres libros, y también el más coherente. El libro se abre como un recorrido enmarcado por dos fechas: el 27 de abril de 2005 y el 11 de mayo de 2006. Cada poema está rigurosamente fechado, como si se tratara de un diario poético. O de un experimiento: dejar en el papel la marca de las diversas impresiones del poeta a lo largo de un año y quince días. No es casualidad que el yo poético esté presente aquí de manera mucho más fuerte que en los dos libros anteriores. Y esta propuesta de escribir un diario poético también hace surgir, con más urgencia que nunca, la presencia de lo cotidiano, la narración mínima, lo inaprensible de lo "real" convertido en la crónica de lo anecdótico.

Si le creemos a Cantoni y consideramos que cada poema estuvo fechado en su fecha real de composición, entonces el lector curioso podrá comprobar que hay períodos de mayor creatividad (junio, julio y agosto de 2005) seguidos por mesetas creativas (octubre y noviembre de 2005). En otras palabras, Diario de paso invita al lector a interrogarse sobre los misterios del proceso creativo: ¿qué es lo que hace que un poema haya sido escrito el 21 de julio de 2005, ni un día antes, ni un día después?


Otro acierto es que Cantoni no prescinde de los títulos de los poemas, sino los incluye al final y entre paréntesis. Esta elección produce una manera nueva de leer los textos: como si el título fuera una posdata final que corrige o reinterpreta parcialmente el contenido del poema.
Además del testimonio poético de los variados sucesos de un año, Diario de paso es un álbum familiar sintético y dislocado ("El tío de Villa Crespo", "Decía mi abuela española", "Ayer vino mi madre"), y un relato en el que lo personal se vuelve universal casi involuntariamente. Allí encontramos mujeres y amigos anónimos, y referencias vagas a lo local. Pero en medio de esa inespecificidad, aparecen crónicas del día que recuerdan al lector dónde está parado: los poemas referidos al verano ("Desnudas, a la orilla del río", "Días de enero", "Bajo el sol de la siesta", "La calle nos mira"), la "Crónica de Nochebuena" del 24 de diciembre, y el excelente y fugaz poema del 25:

          No puedo afirmar si era el espíritu navideño,
          un delirio momentáneo,
          o el amor consumado esa mañana
          lo que la hacía cantar
          detrás del mostrador,
          pero juro que estaba feliz,
          realmente feliz con sus ojeras.

               ("La muchacha del despacho de pan", Diario de paso)

Post scriptum (Retrato)

Conocí a César en la primavera de 2009. Justo coincidió que ese día estaba en el mismo bar el poeta Horacio Castillo, a quien vi entonces por primera y última vez, ya que falleció el año pasado.
Contacté a César por otro poeta y amigo en común de ambos, el querido Santiago Espel. Hablamos de libros, de poesía, y también de lo mal que estaba jugando la Selección argentina en ese entonces (en esa época estuvimos muy cerca de quedar fuera del Mundial, y después vino el célebre "Que la sigan mamando").
César me regaló sus tres últimos libros, aunque yo le aclaré que no estaba muy de acuerdo con eso de que los poetas regalen los libros. Creo que pone a la poesía en un lugar de desvalorización que merecería un post aparte.
Hacía poco tiempo había fallecido su madre, un hecho que se refleja en el poema "Ayer vino mi madre" de Diario de paso. Quizás esto lo hacía aferrarse con más fruición que nunca a la lectura y la escritura.
César tiene algunas obsesiones que me causaron gracia (como dice Raúl Gustavo Aguirre, "El poeta es el hombre de la lenta obsesión"). Una de ellas, titular sus libros con frases que no hayan sido usadas nunca antes como título (una pretensión vana, a menos que uno opte por publicar en esperanto).
Nunca conocí a un poeta más dedicado por entero a la poesía. Recuerdo una frase suya que decía, palabras más, palabras menos: "Me molesta todo aquello que me distraiga de la poesía". Paradójicamente, su poesía parece demostrar todo lo contrario: como si una vida entregada a la poesía produjera una poesía que se compone, casi exclusivamente, de experiencias de vida. ¿Experiencias reales o ficiticias? Poco importa.

* Hay un cuadernillo publicado entremedio, que no tengo, pero que creo que no tiene material nuevo, sino que reúne una selección de su producción poética hasta la fecha: Intemperie y otros poemas (2006).

15.1.11

El recital de tu vida




Me pone muy feliz decir que, en los últimos 5 años, tuve la oportunidad de ver a artistas que nunca pensé que vería. Digamos que mi predilección por la música de los 60s / 70s limita bastante las posibilidades reales de ver a sus protagonistas (aunque los últimos años se dedicaron a desmentir esta afirmación).

Hasta el año pasado, si tenía que elegir dos recitales que verdaderamente me hubieran marcado, obviamente no podía eludir el de Queen, del que dejé algún comentario en este blog, y también tengo que agregar el que probablemente había sido el mejor: el recital de Roger Waters el 17 de marzo de 2007, con la gira Dark Side of the Moon. Voy a evitar la tentación de hacer comentarios sobre esos dos recitales, porque si no corro el riesgo de no escribir apropiadamente del de McCartney, que es de lo que se ocupa este post.
Desde hace un tiempo que McCartney me venía sorprendiendo por la calidad y variedad de sus recitales en vivo, como ya comenté antes. Así que cuando me enteré de que venía a la Argentina, decidí ir o ir. McCartney había venido antes una vez, en diciembre de 1993 con su gira de Off the Ground (1993), y en ese entonces hizo tres fechas en River, entiendo que con una lista de temas bastante parecida a la del disco Paul is Live! (1993). Siempre me había dado un poco de envidia que mi amigo Willy hubiese ido en ese entonces, con sólo 11 años, porque lo llevó su viejo.

Dos cosas me permitieron sacar la entrada: el hecho de que sabíamos que iba a agregar una segunda fecha, y la preventa de Banco Francés. Por suerte esta vez se podía comprar teniendo tarjeta de débito en un punto de venta, así que Sofi y yo sacamos nuestras entradas sin mayores complicaciones. Pero más allá de este beneficio, tengo que decir que estoy un poco hinchado las pelotas con las políticas de venta de Ticketek, que saca una gran tajada en concepto de "costo de servicio". En muchos casos esto es una comodidad, pero lo que verdaderamente me molesta es que pongan muchas restricciones con la compra y que, con la excusa de la "preventa", le den oportunidad a los hijos de puta de los revendedores de agotar las entradas y obligar a la gente que realmente está interesada (y que no tiene por qué tener tarjetas de Banco Francés) a pagar las entradas por mucho más de lo que éstas valen.
Conseguir entradas para una de las fechas de U2 en La Plata fue un verdadero dolor de cabeza.

Estaba muy entusiasmado por el recital, y venía hablando de él con un estudiante de español que es músico y bastante fanático de los Beatles, Todd. Él me dijo que había ido a ver a sir Paul en los EE.UU. y le había gustado muchísimo.
El día del recital era la segunda fecha y caía jueves. Justamente fui a trabajar al instituto y les dije a Todd y a otros alumnos que ese día íbamos a ver a McCartney. También hablé con Vale (profesora de español, diseñadora de ropa y rockera casi profesional), quien había ido la noche anterior y estaba fascinada. Tuve que pedirle que no me contara más cosas, para no arruinar las posibles sorpresas de esa noche.
Me junté con Sofi en Retiro y de ahí nos tomamos el tren a Núñez. Por alguna razón estaba nervioso, como temiendo que algún imprevisto me impidiera ir a ver el recital. Por suerte, no fue así y todo salió espectacular.

La entrada decía muy clarito "19Hs", así que yo quería estar en el estadio al menos a las 17 / 17.30 hs. Tuvimos que dar una vuelta grande a River y entrar por atrás, y además hacer una cola que demoró bastante. Habíamos sacado la entrada más barata, "General Sívori", por $200 (más el inevitable "costo de servicio"), no sólo por una cuestión de plata, sino porque desde hace algún tiempo que disfruto más viendo los recitales desde lejos y bien, que en un campo pedorro en el que la gente te tapa la visión, y en donde nunca vas a poder llegar adelante ahora que inventaron esa grasada del "campo VIP".
En una de las callecitas que llevan al estadio nos topamos con un vendedor de la revista Hecho en Buenos Aires, que hacía mucho que yo no compraba, así que le compré una revista algo vieja con una nota a Paul McCartney, y todas las HBA que yo no tenía. El vendedor quedó muy contento. Así que aprovechamos para leer parte de las revistas mientras esperábamos.
Entramos al estadio e hicimos lo mismo que en el recital de The Police del 2007: nos fuimos bien para la derecha, a un sector del "General" donde se ve bárbaro y por lo general hay poca gente porque muchos piensan que es una platea. Una de las ventajas de River es que la sección "General" es bastante grande y estas subdivisiones permiten encontrar buenos lugares sin estar tan apretado.

Sólo hubo dos cosas que me molestaron: la primera, que contrariamente a lo que decía la entrada, el recital recién arrancó a eso de las 21. Pienso que debe haber sido un error de Ticketek, porque la experiencia me demuestra que los músicos ingleses son puntualísimos a la hora de empezar los recitales, y tienen mucho respeto por el público. Y la segunda, el grupo soporte: Andrés Ciro, de los Piojos, haciendo un set acústico horrible que poco y nada tenía que ver con lo que íbamos a escuchar esa noche.
El recital de McCartney empezó con una serie de imágenes y de canciones que iban pasando que posiblemente estaban entre lo peor que había hecho Paul (por ejemplo, reconocí algunos fragmentos del espantoso disco McCartney II, de 1980). Pero cuando las luces se apagaron y McCartney apareció sobre el escenario, todo lo demás se desvaneció: el público se puso de pie enfervorizado, y la banda arrancó con una poderosa versión de "Magical Mystery Tour".

McCartney vestía un traje que recordaba al viejo vestuario de los Beatles, algo así como una ropa retro actualizada, tal como dice en su canción "Vintage Clothes" de Memory Almost Full: "What we are / And what we wear / Is vintage clothes". Cuando se quitó el saco, ironizó diciendo que sería "el único cambio de vestuario de la noche".
Me cayó muy bien que Paul se comunicara en español, y con una pronunciación bastante buena. Recuerdo bien que después de unos de los primeros temas nos dijo: "¡Ustedes son buena onda!".
El recital siguió con grandes canciones: "Jet", "All My Loving" (en el que pasaban imágenes de los Beatles... muy fuerte, por la cantidad de años transcurridos y el valor histórico de ver a un tipo como McCartney, todo el tiempo tratando de superarse y mantenerse al día).
A diferencia de otros recitales, Paul no estaba presentando ningún disco en particular, y eso le daba la posibilidad de ir y venir en el tiempo y en su discografía con una soltura y una comodidad admirables.
Después vinieron "Letting Go" (que yo no conocía), y uno de mis temas favoritos para escuchar en vivo: "Drive My Car". Siguió "Highway", un tema de su proyecto The Fireman que también era nuevo para mí, y una enérgica "Let Me Roll It", con el final enganchado a "Foxy Lady" de Hendrix, tal como viene haciendo en los últimos años.
Paul se colgaba y descolgaba el clásico bajo Höfner, e iba alternando también con guitarras eléctricas y acústicas según el tema. Después llegó el momento en que se sentó al piano, y lanzó unas descollantes versiones de "The Long and Winding Road", "Nineteen Hundred and Eighty Five" (un tema de Band on the Run que me gusta muchísimo), "Let 'Em In" (otro tema de Wings que yo no conocía), y "My Love", una canción que presentó diciendo que la había escrito "para Linda".

Después el recital pasó a una sección acústica, más relajada, que abrió con el bellísimo tema "I've Just Seen a Face", de Help!, nos sorprendió a todos con "Bluebird" (otro tema de Band on the Run que estaba prácticamente estrenando en vivo), "And I Love Her" (un tema que, confieso, nunca me entusiasmó demasiado), para luego pasar a "Blackbird".
Me parece impresionante que un tipo solo, con una guitarra en mano, sea capaz de interpretar un tema que mueve la fibra interna de todos los que tiene enfrente. Las versiones de "I've Just Seen a Face" y de "Blackbird" me hicieron emocionar, a pesar de que ambas son canciones relativamente simples, y que sin embargo calan hondo. Al lado nuestro había un hombre de unos 65 años, que había ido solo al recital. Casi no cantó, el único comentario que me hizo fue "¡Está en formol!" (por lo bien conservado de McCartney), y sin embargo me pareció verlo llorar durante "Blackbird". Eso, a su vez, me resultaba conmovedor: ver tres generaciones unidas por la misma música, algo que muy pocos músicos consiguen. Veía gente mayor, padres que habían llevado a sus hijos de diez años, y todos cantaban y coreaban. Además, es algo universal, que se ve en todos sus recitales a lo largo del mundo.
El set acústico siguió con "Here Today", el homenaje a Lennon compuesto después de su asesinato, del disco Tug of War (1982), y que creo que Paul presentó como "una canción para un amigo". Para levantar el bajón emotivo, McCartney se puso la mandolina y tocó "Dance Tonight", el único tema de Memory Almost Full de la noche. A eso siguió otro tema que me gusta mucho de Band on the Run, "Mrs. Vanderbilt" (y que me recuerda la primera vez que Sofi y yo lo escuchamos, viajando por la sierra cordobesa) y "Eleanor Rigby", un tema que sé que debe haber emocionado a muchos, que por alguna razón nunca me llegó demasiado.
Lo que siguió fue sencillamente impresionante. Ukelele en mano, Paul empezó a tocar una versión de "Something", muy parecida a la que figura en el disco en vivo Back in the US (2002). Pero lo verdaderamente único fue que después del "I don't know, oh I don't know...", la banda entró con todo para tocar el resto del tema, y atrás aparecieron imágenes gigantes de Paul y George Harrison juntos. Todo ese conjunto me sorprendió y emocionó mucho.








La versión "oficial", y tres grabaciones del público de "Something".

Después vino otro tema del proyecto The Fireman, "Sing the Changes", que a partir de ese momento se convirtió en una de mis canciones favoritas de McCartney en vivo. Recomiendo especialmente la versión que se puede ver en el DVD Good Evening New York City (2009). Además, viendo el video en YouTube pude confirmar algo que sospechaba cuando estuve en el recital: ¿la persona que aparece en las imágenes de atrás no es Barack Obama...?

El recital continuaba, y juro que McCartney no tomó un solo trago de agua. Estaba impecable, su voz intacta, con una claridad y expresividad que un cantante de mi edad envidiaría. Siguieron "Ob-La-Di, Ob-La-Da" (otro tema que nunca me gustó demasiado), "Back in the USSR", y uno de mis favoritos de los Beatles: "I've Got a Feeling". Después una demoledora versión de "Paperback Writer", y la joya de la noche: "A Day in the Life". Después de tantos años, Paul se da el lujo de homenajear a Harrison y Lennon; se ve que las cosas ya han decantado y quedan los buenos recuerdos. Esta canción se enganchaba con "Give Peace a Chance", un tema que por su contenido también podría haber sido de Paul.
El cierre de la noche vino con temas que casi siempre sirven de cierre: "Let It Be", "Live and Let Die" (con un despliegue impresionante de fuegos artificiales) y "Hey Jude".


Paul se despidió y todos sabíamos que volvería. Pero no volvió solo: trajo consigo la camiseta de la selección argentina, con el número diez y la inscripción "McCartney".


Los bises fueron temazos: "Day Tripper", "Lady Maddona", "Get Back". Otra despedida, otra vuelta, y por si fuera poco, el cierre definitivo con "Yesterday", "Helter Skelter" y el enganchado que me fascina, "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" (la versión rápida, "reprise"), junto con "The End" de Abbey Road. Justamente "The End" marcó el "end" del recital, ahora sí definitivo.

Fueron tres horas de música y energía, como un enorme regalo de amor hacia el público. Porque no se puede decir otra cosa de un tipo que a los 68 años podría quedarse en su casa disfrutando de sus millones, y que sin embargo sigue dando vueltas por el mundo para conmover a sus fanáticos.


El día después
Entré a Internet al día siguiente y me sentí un privilegiado, porque comprobé que el jueves McCartney tocó "Magical Mystery Tour" en lugar de "Venus and Mars / Rockshow", y tampoco tocó "I've Just Seen a Face" el miércoles. Pero cuando se gana también se pierde: el jueves nos privamos de escuchar "Got To Get You Into My Life", "Two Of Us" y "I'm Looking Through You".

¿Los destacados?
Yo señalaría la apertura con "Magical Mystery Tour", "Drive My Car", "Nineteen Hundred and Eighty Five" y "I've Got a Feeling" como los puntos más altos de la vibración rockera. (Pisándoles los talones, "Back in the USSR" y "Helter Skelter").
Ya mencioné lo increíble de "Something", y los bellos momentos acústicos de "I've Just Seen a Face" y "Blackbird".
Y no puedo dejar de destacar que McCartney haya tocado gran parte del disco Band on the Run, con las únicas excepciones de "Mamunia", "No Words", "Picasso's Last Words (Drink to Me)" y "Helen Wheels" (es decir, tocó 6 temas de un total de 10). Toda una rareza si se tiene en cuenta que no interpretaba "Bluebird" desde hacía muchos años.

¿Los temas que faltaron?
En honor a la verdad, tengo que decir que cuando salí del recital no sentí que me faltara escuchar ninguno de los grandes temas de su vasta discografía. Había llegado al recital con altas expectativas, y sin embargo el recital las superó todas.
Pensando en frío, sin embargo, puedo enumerar algunos temas que significan mucho para mí por motivos personales o por vivencias, y que quizás me hubiera gustado escuchar: "For No One", "Young Boy" y "Calico Skies" son los que se me vienen a la mente ahora.