8.10.11

Ho Chi Minh: Diario de la prisión




Libro curioso e inconseguible, el Diario de la prisión de Ho Chi Minh.
Leerlo implica un acto de indulgencia: al igual que cuando leemos poesía oriental, rusa o árabe, tenemos que creer que lo que tenemos ante nosotros se acerca, vagamente siquiera, a la sonoridad y el sentido pensados originalmente por sus autores.
Esto se agudiza particularmente en el ejemplar que tengo, publicado por Tusquets en 1974 (apenas 5 años después de la muerte de su autor), ya que el editor y traductor afirma haberse basado "fundamentalmente en las traducciones oficiales al francés y al inglés", sin aclarar si tuvo en cuenta también el original en chino en el que los poemas fueron escritos.
Pero todo esto importa poco. Aunque Ho Chi Minh nunca le otorgó más importancia que la de un pasatiempo para matar el aburrimiento de la cárcel, creo que este libro pertenece, sin duda, al campo de la literatura. Me gusta su falta de pretensión, su sencillez, la sequedad narrativa que a veces abre paso a chispazos de lirismo. Cabe aclarar que, en el momento de su composición (1942-1943), el líder vietnamita era apenas un revolucionario soñando con la liberación de su país, y no un prócer canonizado en un panteón histórico.
Además, creo que el Diario reviste el mismo interés que tienen aquellos textos escritos por personas públicas que no son escritores reconocidos. Esto hace que seamos más benévolos al leerlos, que nos acerquemos a ellos con una intencionalidad distinta que la que reviste, habitualmente, la literatura. Y sin embargo, tengo que decir que el libro está magíficamente construido: tiene una secuencia narrativa variada y coherente, muchos de estos poemas pueden leerse como pequeñas fábulas o microcuentos, y además (y esto me demuestra que, en el fondo, Ho Chi Minh estaba interesado en organizarlo como libro) posee un comienzo y un final perfectamente reconocibles: se abre cuando el yo lírico es metido en prisión, y se cierra con su liberación.

El Diario de la prisión seguramente debe ser más bello en su idioma original, con los sonidos y la caligrafía del chino. Consiste, en total, de 101 poemas "escritos directamente en chino, y no en lengua vietnamita, para no alarmar a los carceleros", durante un período de catorce meses. Esta es una pequeña selección de los poemas que más me gustaron; inevitablemente resuena para mí, en algunos de ellos, el eco de Kafka.


Duro es el camino de la vida

Después de haber escalado a pie montañas y altos picos,
¿Cómo iba a suponer que en la llanura encontraría peligros mayores?
En las montañas encontré al tigre, y nada me pasó.
En las llanuras me topé con los hombres, y fui arrojado en prisión.

La flauta del preso

De pronto, suenan nostálgicas las notas de una flauta.
La música surge tristemente, sollozando una melodía.
Es un doloroso viaje a miles de kilómetros de distancia, a través de ríos y montañas,
Lejos, una mujer espera en lo alto de una torre el regreso de su amado.

Los grilletes

I.
Hambrientos, con las fauces abiertas como feroces monstruos,
Los grilletes caen sobre nosotros cada noche
Apresando a todos la pierna derecha.
Sólo la izquierda puede moverse con libertad.

II.

Algo muy extraño ocurre a esta hora:
Todo el mundo se precipita para que le coloquen sus grilletes,
Una vez encadenados, duermen en paz;
De lo contrario, no saben qué hacer con sus piernas.

La ración de agua

Cada uno tiene una ración de media vasija de agua
Para lavarse la cara o para hervir té, como prefiera:
Si quieres lavarte la cara, no podrás hervir té;
Si quieres beber té, tendrás que pasar sin lavarte la cara.

El juego

Los que viven del juego son arrestados,
Pero dentro de la cárcel pueden jugar todo lo que quieran,
Así de vez en cuando se oyen lamentos como éste:
"¿Por qué no se me ocurriría antes venir a este sitio?"

Anochecer

Los pájaros, cansados, buscan abrigo en el bosque.
Una nube solitaria vaga por el cielo.
En la aldea, una muchacha muele maíz
Mientras el fuego brilla en su horno de barro.

Llegada a Tiempao

He recorrido cincuenta y cinco kilómetros en este día,
Mis ropas están empapadas, mis zapatos, destrozados,
Y en toda la noche no he encontrado un sitio donde dormir.
Junto a la letrina, espero la llegada del alba.

Aviso para mí mismo


Sin el frío y la desolación del invierno,
¿Quién vería el dulce esplendor de la primavera?
En el crisol de la desgracias se ha fortalecido mi corazón,
Y templado mi espíritu.

Cerdos y hombres

I.

En nuestro mismo camino van unos guardias que llevan cerdos.
Los cerdos, cargados a las espaldas de los guardias, los hombres, arrastrados con cadenas.
Cuando el hombre pierde su libertad
Vale aún menos que un cerdo.

La muerte del jugador

Ya no era más que huesos y pellejo.
La miseria, el frío y el hambre acabaron con él.
Esta noche durmió apoyado en mi espalda;
Al amanecer, partió hacia el Reino de las Nueve Primaveras.

Crepúsculo

El viento afila sus espadas en las montañas,
La hoz del viento sesga las hojas de los árboles,
Suena el gong de una lejana pagoda,
El caminante apresura sus pasos,
Un niño toca la flauta mientas conduce su búfalo al establo.

Pensando en un camarada

Aquel día, me acompañaste hasta la orilla del río;
"¿Cuándo volverás?", preguntaste — "Para la próxima cosecha", contesté.
El arado ha surcado de nuevo los campos,
Y yo sigo prisionero lejos de mi patria.

Medianoche

Con los ojos cerrados, todos los rostros parecen puros,
Pero cuando despiertan, en unos aparece la maldad y en otros, la bondad.
El hombre no es malo, ni bueno, por su nacimiento;
La maldad y bondad no son sino frutos de la educación.

Noches de insomnio

A lo largo de interminables noches en las que el sueño se rehúsa a venir,
He escrito más de un centenar de poemas sobre la vida en prisión;
Al terminar una estrofa, dejo el pincel.
Y contemplo el cielo a través de los barrotes.

Leyendo la "Antología de los mil poetas"

Los antiguos gustaban cantar a la naturaleza;
Los ríos y los montes, el viento y las flores, la nieve y la niebla.
La poesía de nuestro tiempo debe cantar al hierro y al acero,
Y los poetas, aprender a luchar en la batalla.

Libre, cruzo las montañas

Las nubes abrazan a las cumbres, y las cumbres abrazan a las nubes.
En el valle, el río brilla como un espejo, limpio e inmaculado.
Libre, cruzo las crestas de la Cordillera Occidental camino del sur,
Y el corazón late confuerza pensando en los antiguos camaradas.

12.8.11

La existencia desgarrada



“—Ojalá se pudieran partir todas las cosas enteras —dijo mi tío tumbado de bruces en la roca, acariciando aquellas convulsas mitades de pulpo—, así cada uno podría salir de su obtusa e ignorante integridad. Estaba entero y todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire; creía verlo todo y no veía más que la corteza. Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, muchacho, y te lo deseo, comprenderás cosas que escapan a la normal inteligencia de los cerebros enteros. Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y valiosa. Y también tú querrás que todo esté demediado y desgarrado a tu imagen, porque belleza y sabiduría y justicia existen sólo en lo hecho a pedazos. […]
No volví a la orilla hasta que se hubo alejado con sus pulpos. Pero el eco de sus palabras seguía turbándome y no encontraba remedio para su furia demediadora.”

Ítalo Calvino, El vizconde demediado (1951).




29.7.11

Tomás Gubitsch, el músico invisible

Aunque creo que no hace falta demostrarlo, recientemente encontré una razón más por la que las nuevas tecnologías siguen sin poder vencer a las que las antecedieron. Me explico:

Año 2000, aproximadamente. Iba manejando mi auto, escuchando la radio, y de pronto sonó un tema de rock que no era igual a nada que hubiese escuchando antes. Y lo más incríble: estaba en español, a diferencia de la mayor parte de la música que yo escuchaba en ese momento.
El tema en cuestión era "El anillo del Capitán Beto", de Invisible, año 1976, del disco El jardín de los presentes. No tuve más remedio que empezar a escuchar a Spinetta, y después llegó mi descubrimiento del disco Artaud, de Estrelicia Unplugged, de Spinetta y los socios del desierto y muchas canciones, melodías y recuerdos que están indisolublemente ligados a momentos de mi vida.
El jardín de los presentes sigue siendo, desde mi punto de vista, uno de los trabajos más logrados del Flaco. Pero acá tengo que confesar algo: nunca lo había escuchado con buena calidad. Lo bajé en MP3 en su momento, con un bitrate muy bajo (digamos 128 kbps), lo grabé en un CD virgen junto con Durazno sangrando (también comprimido hasta lo indecente), hasta que éste se me hizo pelota.
Este año decidí hacer un poco de justicia, vi a buen precio El jardín y lo compré (sí, original, con una linda cajita).
Ahí tuve la segunda iluminación, otra vez en el auto. Escuchar el CD original, la resonancia del bajo, la sutileza de las guitarras, los murmullos de la banda antes o después de los temas, fue como redescubrir un disco; casi casi como escuchar un disco nuevo.
Pero la tercera enorme sorpresa fue empezar a leer la información que trae la cajita junto con el disco. Ahí comprobé, consternado, que en su tercer disco Invisible había dejado de ser un trio. Ese rejunte de tres que tanto me gusta, y que ha dado a luz bandas increíbles como Rush, The Police, la segunda formación de King Crimson o Soda Stereo (por nombrar sólo algunas), ahora se veía ampliada por un músico más. Y algo que me sorprendió enormemente fue comprobar que el solo de guitarra de "200 años", el punteo velocísimo de "Alarma entre los ángeles", que yo atribuía a Luis y que me parecían una demostración demoledora de su destreza musical, pertenecían a un tal Tomás Gubitsch, de quien yo jamás había escuchado hablar.

Estuve googleando un poco para saber algo más, y lo cierto es que poca gente conoce a Gubitsch acá en Argentina. ¡Lo más increíble es que El jardín de los presentes fue el primer disco en el que tocó! Después de su paso fugaz por Invisible y de tocar en el octeto "electrónico" de Piazzolla, tuvo que exiliarse y se fue a vivir a Francia. Ni siquiera había vuelto a la Argentina hasta hace poco, en 2005, cuando regresó como visita y parte de su gira musical. Parece que, además de tocar la guitarra, se dedica a hacer música para películas. Un tipo que vale la pena descubrir, y que me dejó alucinado para siempre con su paso por Invisible, tan fugaz e indeleble como la primera vez que escuché "El anillo del Capitán Beto".

Tres videos:



Invisible, "200 años"




Astor Piazzolla (y Gubitsch) en vivo en el Olympia, París, Francia, abril de 1977.




Tomás Gubitsch, "A estos hombres tristes"


Dos entrevistas:
Entrevista en Página/12.
Entrevista en Musicargentina.com.

Su página web oficial (bilingüe): http://www.gubitsch.com/
ver también: myspace.com/tomasgubitsch
Facebook Tomás Gubitsch Official

22.5.11

Adúriz


El martes pasado me enteré, como un baldazo de agua fría, de la muerte reciente del poeta Javier Adúriz (1948-2011). Conocí a Javier en el invierno del 2005. La excusa fue un libro de poemas de Carriego que él había prologado y compilado. Ahí descubrí su generosidad y su tremenda lucidez. Le mostré algunos poemas míos y él sonrió: quizás porque veía en mí, en mis imperfecciones, un esbozo del joven poeta que había sido alguna vez. Conocía a mi tío Titito, quien también publicó alguna vez un libro de poemas, Nadie a tu lado, "muy influidos por Pedro Salinas", según dijo Javier. Me hizo algunas críticas demoledoras que todavía recuerdo: por ejemplo, un poema de una pagina quedó reducido a dos o tres versos.

Compartimos el mate, el pan casero y la discusión sobre el soneto en su PH de la calle Delgado. Lo que más culpa me da es que él me había dado dos libros de Santiago Sylvester en concepto de préstamo; es decir que esperaba que se los devolviera. En realidad, no me gusta quedarme con libros ajenos, así que esos libros (Café Bretaña y Calles) iban a ser la excusa del reencuentro. Lo cierto es que, después de mi casamiento y mudanza, no nos habíamos vuelto a ver todavía. Y ahora siento que me quedé con algo trunco e irrecuperable.


Acá transcribo el último mail que recibí de él, en 2009, y un poema incluido en su libro Canción del samurai, que funciona como una especie de soneto libre y testamento humorístico. Creo que él no lo hubiera querido de otro modo.


te felicito, vicente, por tu decisiòn. el casamiento y el traslado a la plata para tu residencia. te deseo lo mejor, que vayas haciendo el significado de tu vida. los libros, para cuando quieras. y desde luego, cuando pase por la plata, te aviso. un gran abrazo, javier.



"El atómico" declara su deseo

Dejo dicho, en caso de no atinar al piletón,
que lego mi flamante casco de corcho
a Agustín, y también las antiparras.
Para Isidro, el overol de loneta reforzada

amén de la flexible bigotera del abuelo:
Para Julieta el maillot, que aunque gordo
y con costuras, ella sabrá ajustarlo.
Para Román, el capirote de hule y los botines

que trajinados y todo, aún son de largo uso.
Para Lucía, el arnés y la mochila de lastre
que habrán de serle fieles para acunar los hijos.

A la señora, en cambio, mi dama, testo y dejo
que me dejo de joder con estos trastos.
Los amo, amigos, porque hicieron el significado.

4.4.11

Surrealismo argentino

Googlear y saltar de una página a otra invariablemente conducen a lugares insospechados.
En este caso, encontré esta imagen buscando información sobre Nicolás Kazansew:

De Kazansew, bastará con decir que es un periodista que pasó a la historia como "la cara de Malvinas" por ser corresponsal durante la guerra.
Pero lo más paradójico es que este fulano tiene una serie de ¿letras? de ¿canciones? de un disco musicalizado por un tal Carlos Longoni, que ambos tuvieron la mala idea de titular Quijotes de Malvinas:


Siempre es curioso el proceso de canonización de una obra (me refiero al Quijote, no a los textos de Kazansew). Sobre todo porque, a veces, este proceso de canonización requiere de una lectura que vaya en contra del contenido de la misma obra. Así, en el imaginario de mucha gente, Martín Fierro es un gaucho que corre carreras y toca la guitarra mientras aconseja a sus hijos y se mete en payadas contra un moreno al que, por honor y recato, no le tocará un pelo (aun a pesar de haber asesinado a su hermano en la primera parte).
Del mismo modo, existe una ridícula versión heroica de don Quijote, que no tiene ningún asidero en la obra. Es muy claro que, en todo momento, Cervantes se esfuerza por mostrar cuán ridículo es el propósito de revivir la caballería andante en una era "de hierro" en la que los caballeros son apenas cortesanos al servicio de intereses espurios, y en el que el valor de las peleas cuerpo a cuerpo está comenzando a ser reemplazada rápidamente por el uso de la pólvora. Don Quijote no es (no puede ser) un héroe porque en realidad no defiende los ideales de una vida pretérita; todo lo que hace es seguir coherentemente el curso de lo que su locura le dicta, aun si esto implica quebrar la ley (como en el episodio en que libera a los galeotes), o incluso contradecirse a sí mismo.
Aunque pensándolo bien, ironía de ironías, quizá no sea tan incoherente, por parte de alguien que aun sigue defendiendo la idea de que Argentina estaba ganando la guerra en el momento de su rendición (!), el identificarse con el personaje de don Quijote. Lo único que le faltaría a la tapa del disco, entonces, sería mostrar una victoria argentina donde apenas hay un molino de viento.

7.3.11

Final para un cuento

Estoy terminando de traducir un cuento de Stephen Crane, y la última parte tiene una autonomía que lo vuelve muy interesante, casi un microcuento. La transcribo completa porque creo que hoy en día puede ser leída como un cuento en sí mismo. El título es invención mía.

Fin de fiesta

Había un baile en el Imperial Inn. Durante la noche algunos jóvenes irresponsables llegaron de la playa, afirmando que una gran cantidad de gente había sido avistada cerca de la costa. Era un baile encantador, y nadie se molestó en perder el tiempo creyendo en este cuento. La fuente del patio salpicaba suavemente, y una pareja tras otra desfilaba por los corredores de palmeras en los que lámparas con luces rojas arrojaban una luz rosada sobre las hojas relucientes. En lo alto de algún balcón, un ruiseñor gritaba en medio de la noche. La banda tocaba sus valses con ensoñación, y su música llegaba débilmente hasta la gente entre las palmeras, como las melodías de los sueños.
A veces una mujer decía:
–Oh, no es cierto que haya habido un naufragio allá en el mar, ¿no?
Por lo general un hombre contestaba:
–No, claro que no.
Por fin, sin embargo, un joven llegó violentamente de la playa. Tenía un aspecto triunfante.
–¡Están ahí afuera! –gritó–. ¡Una barcada entera!
Recibió una atención ansiosa, y dijo lo que todos suponían. Sus noticias destruyeron el baile. Un momento después la banda estaba tocando encantadoramente para el espacio vacío. Los invitados se habían puesto un abrigo e iban apresuradamente hacia la playa. Una niña pequeña dijo “Oh, mamá, ¿puedo ir yo también?”. Al negársele el permiso, empezó a hacer pucheros.
A medida que llegaban del refugio del gran hotel, el viento soplaba velozmente del mar, y de a intervalos una ola grande brillaba lívida. Las mujeres se estremecieron, y sus compañeros inclinados aprovecharon la oportunidad de acercar los abrigos. La arena de la playa estaba húmeda, y los zapatos delicados dejaban impresiones claras y profundas sobre ella.
–Oh, Dios –dijo una muchacha–, ¡y si estaban ahí afuera ahogándose mientras nosotros bailábamos!
–¡Tonterías! –dijo su hermano menor–. Esas cosas no pasan.
–Bueno, podrían pasar, ¿sabes, Roger? ¿Cómo puedes estar seguro?
Un hombre que no era su hermano la observó con profunda admiración. Después ella se quejó de la arena húmeda, y al arremangarse las faldas, miró con arrepentimiento sus piecitos.
En medio de su interés y su excitación, el hijo de una madre se aventuraba demasiado cerca del agua. Ocasionalmente ella le advertía y reprochaba desde atrás.
A excepción del resplandor blanco de la rompiente, el mar era un gran vacío atravesado por el viento. De entre la multitud de mujeres encantadoras flotaba el perfume de muchas flores. Más tarde flotó hasta ellas un cuerpo con la calmada expresión de un irlandés. La expedición del Foundling nunca pasará a la historia.

5.2.11

Ray Bradbury, políticamente incorrecto


Muchos consideran a Fahrenheit 451 (1953) como la última palabra en novelas de ciencia ficción que tratan sobre la censura y el control del Estado, y además añaden que esto es un reflejo de las persecuciones de intelectuales por parte del "macarthismo" en la década del '50, al igual que Las brujas de Salem de Arthur Miller. Sin embargo, me parece que esa es la opinión de alguien que no ha leído bien la novela (o que directamente no la ha leído).
Aunque se trata de una novela, hay algo en Fahrenheit que delata, a mi juicio, su origen como un cuento que Bradbury se ocupó de expandir ("El bombero" —The Fireman—, de 1950): su linealidad, su estructura tripartita, y el hecho de que está casi exclusivamente centrado en su protagonista, Guy Montag. Hay otros personajes y otros escenarios que apenas podemos intuir, pero que no hacen a la parte más importante de la novela (la historia del capitán Beatty, la casa del profesor Faber, el entorno familiar de la joven Clarisse McClellan).

El capitán Beatty es la figura arquetípica del censor, por varios motivos: está convencido de lo que hace, pero además es muy consciente del poder que acarrea la censura. El censor es aquel que tiene acceso irrestricto a todo, y decide de acuerdo con su propio criterio qué cosas son adecuadas para que las lea el común de los mortales, y cuáles deben prohibirse porque podrían tener una mala influencia sobre las mentes débiles.
En otras palabras, el censor, por su lugar de poder, está más allá (o por encima de) la moralidad.
Hasta aquí, algo que no sorprende a nadie, y menos a los lectores de un país que ha atravesado muchos golpes militares a lo largo del siglo pasado. Sin embargo, mientras leía la novela, hubo algo que empezó a hacerme ruido: el relato que hace el capitán Beatty sobre el origen de la quema de libros.

Ahora, consideremos las minorías en nuestra civilización, ¿te parece? Cuanto mayor es la población, más minorías hay. No hay que meterse con los aficionados a los perros, a los gatos, con los médicos, abogados, comerciantes, cocineros, mormones, bautistas, unitarios, chinos de segunda generación, suecos, italianos, alemanes, tejanos, brooklinenses, irlandeses, gente de Oregón o de México. La gente en este libro, en esta obra, en esta serie de televisión no representa a ningún pintor, cartógrafo o mecánico que exista en la realidad. Cuanto mayor es el mercado, Montag, menos hay que hacer frente a la controversia, recuerda esto. Todas las pequeñas, pequeñas minorías con sus ombligos que hay que mantener limpios. Que los autores, llenos de malignos pensamientos, le pongan un candado a sus máquinas de escribir. Eso hicieron. Las revistas se convirtieron en una masa insulsa de postre de vainilla. Los libros, según dijeron los críticos esnobs, eran como agua servida. No es extraño que los libros dejaran de venderse, decían los críticos. Pero el público, que sabía lo que quería, permitió la supervivencia de los libros de historietas. Y de las revistas eróticas tridimensionales, claro está. Ahí tienes, Montag. No era una imposición del Gobierno. En un principio no hubo ningún mandato, ni declaración, ni censura, no. La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno, a Dios gracias. En la actualidad, gracias a todo ello, uno puede ser feliz continuamente, se le permite leer historietas ilustradas, las viejas y buenas confesiones, o los periódicos profesionales.

Es importante aclarar que es el capitán Beatty quien dice esto, y que tenemos derecho a no creer en sus palabras. Quizás sea todo una conspiración y se nos esté ocultando la verdad. Pero mirándolo de otro modo, y pensando en el poder que él tiene: ¿de qué le serviría mentir? ¿Qué tiene para perder?
Además, no hay, en toda la novela, ningún guiño, ninguna referencia a otro origen posible de la quema de libros. Lo que hizo el gobierno, a través de los bomberos, fue limitarse a institucionalizar la dictadura de las minorías.


Es interesante señalar esto porque pone el dedo en la llaga en uno de los conflictos más fuertes que están atravesando los Estados Unidos en la actualidad. Durante muchísimos años, en EE.UU. tuvo siempre la manija un grupo que, a pesar de estar cada vez más cercado por la diversidad, nunca se reconoció a sí mismo como minoría: los WASP (White Anglo-Saxon Protestants, "Protestantes anglosajones blancos"), a los que se les añade también la "M" de Male (hombres), y a la que también podríamos sumar la "S" de Straight (heterosexuales). Las llamadas "minorías" estadounidenses serían aquellos grupos que caen fuera de la sigla WASPMS, y que han tenido que luchar históricamente para que se les reconozcan sus derechos.
Esto produjo dos consecuencias fundamentales. La primera, que en muchos ámbitos se haya instalado de manera creciente un discurso aséptico que podríamos calificar de "políticamente correcto", en tanto se cuida de ofender a todas las minorías posibles. (Esto no quiere decir, desde luego, que se haya acabado con los diversos mecanismos de discriminación, sino que más bien se los ha borrado en términos discursivos.)
La segunda consecuencia es que los blancos ahora están molestos porque, contrariamente a los ideales de la meritocracia y el "sueño americano", ya no son los "mejores" los que obtienen los cargos y los lugares de poder, sino que acceden a ellos por ser negros, judíos, mujeres, latinos, homosexuales, etc. Un ejemplo de ello es el cupo mínimo en las bancas políticas y en las Universidades.
Este enojo implica, entre otras cosas, la creencia en el sueño americano como una realidad existente, y la negación de que, por ejemplo, un hombre blanco de cerca de dos metros de alto tenga mayores posibilidades de ser el presidente de una compañía que una mujer latina de un metro y medio de estatura. Es un tema urticante en el país del norte, y ha sido discutido por defensores y detractores, con mayor o menor corrección política.
Bradbury, con menos pelos en la lengua, y un linaje insigne que lo caracteriza claramente como WASP, se ocupa del tema en la "Coda" de 1979 de Fahrenheit. Primero cuenta sobre las cartas que recibe proponiéndole reescribir sus personajes femeninos o negros. Y luego ironiza sobre el hecho de que un libro que se ocupa sobre la censura haya sido literalmente censurado en diversas ediciones:

Hace sólo seis meses, descubrí que, a lo largo de los años, algunos editores de cuchitril en Ballantine Books, temerosos de contaminar a los jóvenes, habían censurado, parte por parte, unas 75 secciones diversas de la novela. Los estudiantes que leían una novela que, al fin y al cabo, lidia con la censura y la quema de libros en el futuro, me escribieron para alertarme de esta exquisita ironía.

(Algo similar ocurre en el fragmento que cité al comienzo, porque al cotejarlo con el original en inglés encontré expresiones suavizadas o directamente eliminadas, y que tuve que corregir yo mismo. Esto me hace sospechar que puede ocurrir en todo el resto del libro.)
Ya fuera del personaje de Beatty, aquí es Bradbury autor quien vuelve a responsabilizar a las minorías (y no al Estado) por la censura:

El punto es obvio. Hay más de una forma de quemar un libro. Y el mundo está lleno de gente corriendo por ahí con fósforos encendidos. Cada minoría, sea ésta bautista/unitaria, irlandesa/italiana/octogenaria/budista zen, zionista/adventista del séptimo día, feminista libertaria/republicana, homófila de la sociedad Mattachine/del Evangelio Cuadrangular, siente que tiene la voluntad, el derecho, el deber de rociar con kerosén y encender la mecha. Cada editor imbécil que se ve a sí mismo como el origen de la repugnante y chata papilla ázima de la literatura lame su guillotina y apunta al cuello de cualquier autor que se atreva a hablar más alto que un susurro o escribir más que una rima infantil.
Porque es un mundo loco y se volverá más loco aún si consentimos que las minorías, sean de enanos o gigantes, orangutanes o delfines, líderes nucleares o ambientalistas del agua, a favor de las computadoras o neoludistas, simplones o sabios, interfieran con la estética. El mundo real es el campo de juego para que cualquier grupo haga o deshaga las leyes. Pero la punta de la nariz de mis libros o cuentos o poemas es donde sus derechos terminan y mis mandatos territoriales comienzas, corren y reinan. Si a los mormones no les gustan mis obras de teatro, que escriban las suyas. Si los irlandeses odian mis historias de Dublín, que alquilen máquinas de escribir. Si los maestros y editores de la escuela primaria descrubren que mis oraciones rompemandíbulas destrozan sus dientes de papilla suave, pues que coman torta rancia en el té liviano de su hechura impía.


Además de demostrar que es un escritor genial cuando está enojado, Bradbury hace algo paradójico: defiende la libertad de expresión propia, a costa de silenciar la de los demás. Más que ser una novela sobre la censura, yo diría que Fahrenheit, aunque horririce pensarlo, puede ser leída como una novela que advierte sobre los peligros de la democracia: su planteo es, en última instancia, autoritario. ¿O acaso no es autoritaria la escena en la que Montag obliga a las amigas de su esposa a escucharlo recitar en voz alta un poema?


Termino con un último comentario sobre la novela. Más que adelantar los avatares de la censura, en Fahrenheit 451 me impactó el momento en que se muestra la puesta en escena de la persecución de Montag. Como finalmente no lo encuentran, el programa de TV toma a un Montag falso que los sabuesos mecánicos liquidan en vivo con sus inyecciones letales, todo en el transcurso de un programa televisivo. No se me ocurre una forma mejor de sintetizar cómo la televisión (y quizás el arte toda) se ha realitizado en los últimos diez años.

Coda

Mientras escribía esto, me acordé de la canción de Sui Generis "Las increíbles aventuras del señor Tijeras", incluida en Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974). Quizás otro post de este blog debería ocuparse de la censura en el rock argentino.

**

El concepto de realitización es una idea que, basada en el concepto de novelización de Bajtín, desarolló mi mujer, Sofía Calvente, junto con su amiga Mariela Anastasio en un trabajo final para la carrera de Periodismo, y que aparece recogido en el libro de Javier Sanguinetti Culturas y estéticas contemporáneas (Buenos Aires, Jorge Baudino Ediciones, 2003).


26.1.11

Lecturas de verano: Cantoni x 3



Hace tiempo que tenía ganas de escribir una serie de reseñas de lo que estuve leyendo últimamente. En lugar de esperar el paper perfecto, decidí que, si lo voy a hacer, más vale que sea así, espontáneamente y como vaya saliendo, en formato blog. Al menos le dará la frescura y espontaneidad de la que carecen la mayor parte de los papers académicos.

Quiero empezar reseñando tres libros del poeta platense César Cantoni, que si no me equivoco son sus tres últimas publicaciones: Triunfo de lo real (2001), La salud de los condenados (2004) y Diario de paso (2008)*.

Triunfo de lo real
y La salud de los condenados están organizados en diversas secciones marcadas por tonos y temáticas específicas. Por ese motivo, me ocuparé de Diario de paso al final de la reseña, ya que siento que ese libro presenta, casi en su totalidad, una mayor coherencia temática y expresiva.

1.

Para quien no haya leído nunca a Cantoni, quizás sea una buena pista referirme primero a la sección de homenajes que incluyen Triunfo de lo real y La salud..., ya que estos pueden dar una idea de las fuentes de las que se nutre su poesía. La segunda parte de Triunfo de lo real se llama "Homenajes", e incluye referencias explícitas a William Carlos Williams, Theodore Roethke, W. H. Auden y Leroi Jones. Por su parte, La salud de los condenados tiene una sección titulada "Los maestros del corazón", con referencias a Van Gogh, Robert Lowell, Pasolini, Almafuerte y Li Tai Po. Además, cada sección de La salud de los condenados toma su título de una cita, de modo que el diálogo con otros autores (Vretakos, Carlos Drummond de Andrade, Cioran, Delmore Schwartz, Ungaretti...) se hace más denso y complejo, y esto no agota todas las referencias literarias o artísticas incluidas en los libros.
A pesar de esta variedad, a mi juicio hay algunos rasgos fuertemente herederos de la poesía norteamericana en la escritura de Cantoni: la tendencia a hacer de la anécdota cotidiana el tema profundo de un poema, cierto pesimismo esencial (o cierta sospecha sobre la liviandad del optimismo), la preeminencia del yo: un yo que está muy lejos del egotismo romántico, y que por el contrario es el yo de los márgenes, que ya perdió la esperanza de ser escuchado.

Triunfo de lo real
puede dar la idea, por su título y su contenido, de que es un libro centrado en la percepción de lo cotidiano y lo insignificante como disparadores del poema: como si se tratara de una poética de lo minimalista. Sin embargo, esta insignificancia luego se revela engañosa, porque cada uno de los poemas (incluso los que parecen haber sido garabateados en una hoja de papel y transcriptos sin mayor trámite), tiene una profunda elaboración detrás. En el reverso de esta espontaneidad aparece, sin duda, la revisión concienzuda. O, para decirlo de otro modo, para llegar a lo simple es necesario haber destruido y purificado en el camino todo lo que podía sonar complejo, barroco, impostado.


Dos características más de Triunfo de lo real dan cuenta de la experiencia del autor en el oficio de poeta: la definición de las cosas a través de su negación ("Aquí no hay dios, ni griego ni romano / que presida ninguna ceremonia. / No hay oro ni laurel para los vencedores"), y la continuidad de una misma frase a lo largo de los versos y las estrofas, lo que le da cierta naturalidad a muchos poemas, y una cualidad más sentenciosa:

          Una botella rota,
          un pedazo de plástico,
          papeles que el viento dispersa
          por la calle —cosas pesadas,

          mensuralbes, gastadas
          por el uso y la inercia
          de los días—: eso es todo,
          la residual materia del mundo
          renovándose sin pausa en nuevas

          formas: otra botella,
          algún ícono, la blanca página
          sobre la cual escribo ahora
          estas porfiadas líneas.

               ("Química elemental", El triunfo de lo real.)

El título se justifica, entonces, no por el apunte sobre lo cotidiano, sino por la imposibilidad misma de aprehender o interpretar lo "real": el poema se convierte en el testimonio de un fracaso. En el reconocimiento de esa imposibilidad se debe ver el triunfo del libro ("...el observador no cede / frente al triunfo de lo real").
A diferencia de lo que ocurre en La salud de los condenados, me parece que Triunfo de lo real, hacia el final, se contamina de otras voces en su sección de "Homenajes", y en ciertas referencias que inevitablemente recuerdan la Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters ("Necrópolis", "Epitafio", "En este pueblo", etc.). En medio de estas reescrituras, ensayadas con mayor o menor suerte, sobresalen con mérito propio tres textos que desarrollan una pequeña arte poética: "Parábola del tenista", "El oficio de poeta" y "Notas para una posible arte poética".

2.

La salud de los condenados y Diario de paso prolongan, a su modo, esa épica de la cotidianeidad (siempre fracturada, siempre cubierta de un halo de sospecha) que había comenzado en Triunfo de lo real:

          Hoy no parece menos épico cruzar la calle
          —esquivar la furia homicida de los autos—
          que emular las hazañas de Ulises [...].

          Cuando lo grande, lo noble y lo justo
          están vedados, y la ilusión y la esperanza
          son escamoteadas, la sola supervivencia
          ya es una forma de heroísmo.

               ("Épica", La salud de los condenados)

La primera sección de La salud..., "Monólogo en verso", estará centrada en ese yo, como una especie de autobiografía poética, plantada en su presente con el azoramiento de aún estar vivo.
"La vida presente" es quizás la parte más lograda: parece haber sido escrita con el diario en la mano, como comentario, respuesta y reverso de lo periodístico. Allí donde el periodismo se limita a hacer la crónica de las desgracias diarias y luego salta a la sección de Deportes y Espectáculos para borrar esa imagen del horror hasta el dia siguiente, Cantoni toma unos cuantos episodios periodísticos, casi sin nombres ni fechas, y los convierte en reflejos de una época y signo de los tiempos.


En la sección de homenajes ("Los maestros del corazón"), se destaca la carta imaginaria de Theo a Vincent Van Gogh, y al igual que en Triunfo de lo real, el final esboza un arte poética provisoria a través de la figura del poeta como personaje: el yo del "Monólogo en verso" se convierte, hacia el final, en otro.
Finalmente, quiero destacar este poema de la sección "La experiencia del vacío":

          Fiel a su naturaleza,
          a su destino trágico,

          la bala fijó la trayectoria
          y apuró el desenlace.

          Fría, sórdida, implacable,
          perforó el cráneo,

          la masa encefálica,
          el universo íntimo.

          Destrozó sueños,
          imágenes, razonamientos.

          Abolió la conciencia,
          la subjetividad.

          Hizo centro
          en la nada.

               ("Trayectoria", La salud de los condenados)

3.

Diario de paso es, desde mi punto de vista, el más logrado de los tres libros, y también el más coherente. El libro se abre como un recorrido enmarcado por dos fechas: el 27 de abril de 2005 y el 11 de mayo de 2006. Cada poema está rigurosamente fechado, como si se tratara de un diario poético. O de un experimiento: dejar en el papel la marca de las diversas impresiones del poeta a lo largo de un año y quince días. No es casualidad que el yo poético esté presente aquí de manera mucho más fuerte que en los dos libros anteriores. Y esta propuesta de escribir un diario poético también hace surgir, con más urgencia que nunca, la presencia de lo cotidiano, la narración mínima, lo inaprensible de lo "real" convertido en la crónica de lo anecdótico.

Si le creemos a Cantoni y consideramos que cada poema estuvo fechado en su fecha real de composición, entonces el lector curioso podrá comprobar que hay períodos de mayor creatividad (junio, julio y agosto de 2005) seguidos por mesetas creativas (octubre y noviembre de 2005). En otras palabras, Diario de paso invita al lector a interrogarse sobre los misterios del proceso creativo: ¿qué es lo que hace que un poema haya sido escrito el 21 de julio de 2005, ni un día antes, ni un día después?


Otro acierto es que Cantoni no prescinde de los títulos de los poemas, sino los incluye al final y entre paréntesis. Esta elección produce una manera nueva de leer los textos: como si el título fuera una posdata final que corrige o reinterpreta parcialmente el contenido del poema.
Además del testimonio poético de los variados sucesos de un año, Diario de paso es un álbum familiar sintético y dislocado ("El tío de Villa Crespo", "Decía mi abuela española", "Ayer vino mi madre"), y un relato en el que lo personal se vuelve universal casi involuntariamente. Allí encontramos mujeres y amigos anónimos, y referencias vagas a lo local. Pero en medio de esa inespecificidad, aparecen crónicas del día que recuerdan al lector dónde está parado: los poemas referidos al verano ("Desnudas, a la orilla del río", "Días de enero", "Bajo el sol de la siesta", "La calle nos mira"), la "Crónica de Nochebuena" del 24 de diciembre, y el excelente y fugaz poema del 25:

          No puedo afirmar si era el espíritu navideño,
          un delirio momentáneo,
          o el amor consumado esa mañana
          lo que la hacía cantar
          detrás del mostrador,
          pero juro que estaba feliz,
          realmente feliz con sus ojeras.

               ("La muchacha del despacho de pan", Diario de paso)

Post scriptum (Retrato)

Conocí a César en la primavera de 2009. Justo coincidió que ese día estaba en el mismo bar el poeta Horacio Castillo, a quien vi entonces por primera y última vez, ya que falleció el año pasado.
Contacté a César por otro poeta y amigo en común de ambos, el querido Santiago Espel. Hablamos de libros, de poesía, y también de lo mal que estaba jugando la Selección argentina en ese entonces (en esa época estuvimos muy cerca de quedar fuera del Mundial, y después vino el célebre "Que la sigan mamando").
César me regaló sus tres últimos libros, aunque yo le aclaré que no estaba muy de acuerdo con eso de que los poetas regalen los libros. Creo que pone a la poesía en un lugar de desvalorización que merecería un post aparte.
Hacía poco tiempo había fallecido su madre, un hecho que se refleja en el poema "Ayer vino mi madre" de Diario de paso. Quizás esto lo hacía aferrarse con más fruición que nunca a la lectura y la escritura.
César tiene algunas obsesiones que me causaron gracia (como dice Raúl Gustavo Aguirre, "El poeta es el hombre de la lenta obsesión"). Una de ellas, titular sus libros con frases que no hayan sido usadas nunca antes como título (una pretensión vana, a menos que uno opte por publicar en esperanto).
Nunca conocí a un poeta más dedicado por entero a la poesía. Recuerdo una frase suya que decía, palabras más, palabras menos: "Me molesta todo aquello que me distraiga de la poesía". Paradójicamente, su poesía parece demostrar todo lo contrario: como si una vida entregada a la poesía produjera una poesía que se compone, casi exclusivamente, de experiencias de vida. ¿Experiencias reales o ficiticias? Poco importa.

* Hay un cuadernillo publicado entremedio, que no tengo, pero que creo que no tiene material nuevo, sino que reúne una selección de su producción poética hasta la fecha: Intemperie y otros poemas (2006).

15.1.11

El recital de tu vida




Me pone muy feliz decir que, en los últimos 5 años, tuve la oportunidad de ver a artistas que nunca pensé que vería. Digamos que mi predilección por la música de los 60s / 70s limita bastante las posibilidades reales de ver a sus protagonistas (aunque los últimos años se dedicaron a desmentir esta afirmación).

Hasta el año pasado, si tenía que elegir dos recitales que verdaderamente me hubieran marcado, obviamente no podía eludir el de Queen, del que dejé algún comentario en este blog, y también tengo que agregar el que probablemente había sido el mejor: el recital de Roger Waters el 17 de marzo de 2007, con la gira Dark Side of the Moon. Voy a evitar la tentación de hacer comentarios sobre esos dos recitales, porque si no corro el riesgo de no escribir apropiadamente del de McCartney, que es de lo que se ocupa este post.
Desde hace un tiempo que McCartney me venía sorprendiendo por la calidad y variedad de sus recitales en vivo, como ya comenté antes. Así que cuando me enteré de que venía a la Argentina, decidí ir o ir. McCartney había venido antes una vez, en diciembre de 1993 con su gira de Off the Ground (1993), y en ese entonces hizo tres fechas en River, entiendo que con una lista de temas bastante parecida a la del disco Paul is Live! (1993). Siempre me había dado un poco de envidia que mi amigo Willy hubiese ido en ese entonces, con sólo 11 años, porque lo llevó su viejo.

Dos cosas me permitieron sacar la entrada: el hecho de que sabíamos que iba a agregar una segunda fecha, y la preventa de Banco Francés. Por suerte esta vez se podía comprar teniendo tarjeta de débito en un punto de venta, así que Sofi y yo sacamos nuestras entradas sin mayores complicaciones. Pero más allá de este beneficio, tengo que decir que estoy un poco hinchado las pelotas con las políticas de venta de Ticketek, que saca una gran tajada en concepto de "costo de servicio". En muchos casos esto es una comodidad, pero lo que verdaderamente me molesta es que pongan muchas restricciones con la compra y que, con la excusa de la "preventa", le den oportunidad a los hijos de puta de los revendedores de agotar las entradas y obligar a la gente que realmente está interesada (y que no tiene por qué tener tarjetas de Banco Francés) a pagar las entradas por mucho más de lo que éstas valen.
Conseguir entradas para una de las fechas de U2 en La Plata fue un verdadero dolor de cabeza.

Estaba muy entusiasmado por el recital, y venía hablando de él con un estudiante de español que es músico y bastante fanático de los Beatles, Todd. Él me dijo que había ido a ver a sir Paul en los EE.UU. y le había gustado muchísimo.
El día del recital era la segunda fecha y caía jueves. Justamente fui a trabajar al instituto y les dije a Todd y a otros alumnos que ese día íbamos a ver a McCartney. También hablé con Vale (profesora de español, diseñadora de ropa y rockera casi profesional), quien había ido la noche anterior y estaba fascinada. Tuve que pedirle que no me contara más cosas, para no arruinar las posibles sorpresas de esa noche.
Me junté con Sofi en Retiro y de ahí nos tomamos el tren a Núñez. Por alguna razón estaba nervioso, como temiendo que algún imprevisto me impidiera ir a ver el recital. Por suerte, no fue así y todo salió espectacular.

La entrada decía muy clarito "19Hs", así que yo quería estar en el estadio al menos a las 17 / 17.30 hs. Tuvimos que dar una vuelta grande a River y entrar por atrás, y además hacer una cola que demoró bastante. Habíamos sacado la entrada más barata, "General Sívori", por $200 (más el inevitable "costo de servicio"), no sólo por una cuestión de plata, sino porque desde hace algún tiempo que disfruto más viendo los recitales desde lejos y bien, que en un campo pedorro en el que la gente te tapa la visión, y en donde nunca vas a poder llegar adelante ahora que inventaron esa grasada del "campo VIP".
En una de las callecitas que llevan al estadio nos topamos con un vendedor de la revista Hecho en Buenos Aires, que hacía mucho que yo no compraba, así que le compré una revista algo vieja con una nota a Paul McCartney, y todas las HBA que yo no tenía. El vendedor quedó muy contento. Así que aprovechamos para leer parte de las revistas mientras esperábamos.
Entramos al estadio e hicimos lo mismo que en el recital de The Police del 2007: nos fuimos bien para la derecha, a un sector del "General" donde se ve bárbaro y por lo general hay poca gente porque muchos piensan que es una platea. Una de las ventajas de River es que la sección "General" es bastante grande y estas subdivisiones permiten encontrar buenos lugares sin estar tan apretado.

Sólo hubo dos cosas que me molestaron: la primera, que contrariamente a lo que decía la entrada, el recital recién arrancó a eso de las 21. Pienso que debe haber sido un error de Ticketek, porque la experiencia me demuestra que los músicos ingleses son puntualísimos a la hora de empezar los recitales, y tienen mucho respeto por el público. Y la segunda, el grupo soporte: Andrés Ciro, de los Piojos, haciendo un set acústico horrible que poco y nada tenía que ver con lo que íbamos a escuchar esa noche.
El recital de McCartney empezó con una serie de imágenes y de canciones que iban pasando que posiblemente estaban entre lo peor que había hecho Paul (por ejemplo, reconocí algunos fragmentos del espantoso disco McCartney II, de 1980). Pero cuando las luces se apagaron y McCartney apareció sobre el escenario, todo lo demás se desvaneció: el público se puso de pie enfervorizado, y la banda arrancó con una poderosa versión de "Magical Mystery Tour".

McCartney vestía un traje que recordaba al viejo vestuario de los Beatles, algo así como una ropa retro actualizada, tal como dice en su canción "Vintage Clothes" de Memory Almost Full: "What we are / And what we wear / Is vintage clothes". Cuando se quitó el saco, ironizó diciendo que sería "el único cambio de vestuario de la noche".
Me cayó muy bien que Paul se comunicara en español, y con una pronunciación bastante buena. Recuerdo bien que después de unos de los primeros temas nos dijo: "¡Ustedes son buena onda!".
El recital siguió con grandes canciones: "Jet", "All My Loving" (en el que pasaban imágenes de los Beatles... muy fuerte, por la cantidad de años transcurridos y el valor histórico de ver a un tipo como McCartney, todo el tiempo tratando de superarse y mantenerse al día).
A diferencia de otros recitales, Paul no estaba presentando ningún disco en particular, y eso le daba la posibilidad de ir y venir en el tiempo y en su discografía con una soltura y una comodidad admirables.
Después vinieron "Letting Go" (que yo no conocía), y uno de mis temas favoritos para escuchar en vivo: "Drive My Car". Siguió "Highway", un tema de su proyecto The Fireman que también era nuevo para mí, y una enérgica "Let Me Roll It", con el final enganchado a "Foxy Lady" de Hendrix, tal como viene haciendo en los últimos años.
Paul se colgaba y descolgaba el clásico bajo Höfner, e iba alternando también con guitarras eléctricas y acústicas según el tema. Después llegó el momento en que se sentó al piano, y lanzó unas descollantes versiones de "The Long and Winding Road", "Nineteen Hundred and Eighty Five" (un tema de Band on the Run que me gusta muchísimo), "Let 'Em In" (otro tema de Wings que yo no conocía), y "My Love", una canción que presentó diciendo que la había escrito "para Linda".

Después el recital pasó a una sección acústica, más relajada, que abrió con el bellísimo tema "I've Just Seen a Face", de Help!, nos sorprendió a todos con "Bluebird" (otro tema de Band on the Run que estaba prácticamente estrenando en vivo), "And I Love Her" (un tema que, confieso, nunca me entusiasmó demasiado), para luego pasar a "Blackbird".
Me parece impresionante que un tipo solo, con una guitarra en mano, sea capaz de interpretar un tema que mueve la fibra interna de todos los que tiene enfrente. Las versiones de "I've Just Seen a Face" y de "Blackbird" me hicieron emocionar, a pesar de que ambas son canciones relativamente simples, y que sin embargo calan hondo. Al lado nuestro había un hombre de unos 65 años, que había ido solo al recital. Casi no cantó, el único comentario que me hizo fue "¡Está en formol!" (por lo bien conservado de McCartney), y sin embargo me pareció verlo llorar durante "Blackbird". Eso, a su vez, me resultaba conmovedor: ver tres generaciones unidas por la misma música, algo que muy pocos músicos consiguen. Veía gente mayor, padres que habían llevado a sus hijos de diez años, y todos cantaban y coreaban. Además, es algo universal, que se ve en todos sus recitales a lo largo del mundo.
El set acústico siguió con "Here Today", el homenaje a Lennon compuesto después de su asesinato, del disco Tug of War (1982), y que creo que Paul presentó como "una canción para un amigo". Para levantar el bajón emotivo, McCartney se puso la mandolina y tocó "Dance Tonight", el único tema de Memory Almost Full de la noche. A eso siguió otro tema que me gusta mucho de Band on the Run, "Mrs. Vanderbilt" (y que me recuerda la primera vez que Sofi y yo lo escuchamos, viajando por la sierra cordobesa) y "Eleanor Rigby", un tema que sé que debe haber emocionado a muchos, que por alguna razón nunca me llegó demasiado.
Lo que siguió fue sencillamente impresionante. Ukelele en mano, Paul empezó a tocar una versión de "Something", muy parecida a la que figura en el disco en vivo Back in the US (2002). Pero lo verdaderamente único fue que después del "I don't know, oh I don't know...", la banda entró con todo para tocar el resto del tema, y atrás aparecieron imágenes gigantes de Paul y George Harrison juntos. Todo ese conjunto me sorprendió y emocionó mucho.








La versión "oficial", y tres grabaciones del público de "Something".

Después vino otro tema del proyecto The Fireman, "Sing the Changes", que a partir de ese momento se convirtió en una de mis canciones favoritas de McCartney en vivo. Recomiendo especialmente la versión que se puede ver en el DVD Good Evening New York City (2009). Además, viendo el video en YouTube pude confirmar algo que sospechaba cuando estuve en el recital: ¿la persona que aparece en las imágenes de atrás no es Barack Obama...?

El recital continuaba, y juro que McCartney no tomó un solo trago de agua. Estaba impecable, su voz intacta, con una claridad y expresividad que un cantante de mi edad envidiaría. Siguieron "Ob-La-Di, Ob-La-Da" (otro tema que nunca me gustó demasiado), "Back in the USSR", y uno de mis favoritos de los Beatles: "I've Got a Feeling". Después una demoledora versión de "Paperback Writer", y la joya de la noche: "A Day in the Life". Después de tantos años, Paul se da el lujo de homenajear a Harrison y Lennon; se ve que las cosas ya han decantado y quedan los buenos recuerdos. Esta canción se enganchaba con "Give Peace a Chance", un tema que por su contenido también podría haber sido de Paul.
El cierre de la noche vino con temas que casi siempre sirven de cierre: "Let It Be", "Live and Let Die" (con un despliegue impresionante de fuegos artificiales) y "Hey Jude".


Paul se despidió y todos sabíamos que volvería. Pero no volvió solo: trajo consigo la camiseta de la selección argentina, con el número diez y la inscripción "McCartney".


Los bises fueron temazos: "Day Tripper", "Lady Maddona", "Get Back". Otra despedida, otra vuelta, y por si fuera poco, el cierre definitivo con "Yesterday", "Helter Skelter" y el enganchado que me fascina, "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" (la versión rápida, "reprise"), junto con "The End" de Abbey Road. Justamente "The End" marcó el "end" del recital, ahora sí definitivo.

Fueron tres horas de música y energía, como un enorme regalo de amor hacia el público. Porque no se puede decir otra cosa de un tipo que a los 68 años podría quedarse en su casa disfrutando de sus millones, y que sin embargo sigue dando vueltas por el mundo para conmover a sus fanáticos.


El día después
Entré a Internet al día siguiente y me sentí un privilegiado, porque comprobé que el jueves McCartney tocó "Magical Mystery Tour" en lugar de "Venus and Mars / Rockshow", y tampoco tocó "I've Just Seen a Face" el miércoles. Pero cuando se gana también se pierde: el jueves nos privamos de escuchar "Got To Get You Into My Life", "Two Of Us" y "I'm Looking Through You".

¿Los destacados?
Yo señalaría la apertura con "Magical Mystery Tour", "Drive My Car", "Nineteen Hundred and Eighty Five" y "I've Got a Feeling" como los puntos más altos de la vibración rockera. (Pisándoles los talones, "Back in the USSR" y "Helter Skelter").
Ya mencioné lo increíble de "Something", y los bellos momentos acústicos de "I've Just Seen a Face" y "Blackbird".
Y no puedo dejar de destacar que McCartney haya tocado gran parte del disco Band on the Run, con las únicas excepciones de "Mamunia", "No Words", "Picasso's Last Words (Drink to Me)" y "Helen Wheels" (es decir, tocó 6 temas de un total de 10). Toda una rareza si se tiene en cuenta que no interpretaba "Bluebird" desde hacía muchos años.

¿Los temas que faltaron?
En honor a la verdad, tengo que decir que cuando salí del recital no sentí que me faltara escuchar ninguno de los grandes temas de su vasta discografía. Había llegado al recital con altas expectativas, y sin embargo el recital las superó todas.
Pensando en frío, sin embargo, puedo enumerar algunos temas que significan mucho para mí por motivos personales o por vivencias, y que quizás me hubiera gustado escuchar: "For No One", "Young Boy" y "Calico Skies" son los que se me vienen a la mente ahora.