12.5.08

El doble

Charla con M., el domingo pasado. Es curioso: cuando quizás empiezo a sentirme satisfecho por cómo se están dando las cosas, porque siento que de algún modo lo que hago –el trabajo en el Plácido, y recientemente el taller literario– sirve, contribuye a cambiar o mejorar mínimamente las cosas (sean lo que sean, en definitiva, "las cosas"), basta una charla como ésa para echar todo por tierra en mi mente.
Frases y palabras como "el mal llamado fracaso escolar", "la capacitación para un modelo de inserción laboral que ya no existe", "la polarización inevitable", entre otras, me obligan a dar vuelta una vez más la tortilla, cuestionar nuevamente todo, sacudir las bases sobre las que me creía parado. No porque crea que M. maneja un campo de verdad (en el sentido de "tener la razón", retóricamente si se quiere) más amplio o mejor fundamentado que el mío; más bien, porque desconfío de la rutina tranquilizadora, a la vez que, trágicamente, la necesito.

A veces me da la sensación de que M. es algo así como un doble: reverso de lo que soy, exacerbación de lo que esbozo ser de a ratos, rostro de lo que nunca podría llegar a ser por falta de convicción (de esa convicción).

9.5.08

Taller literario


Después de tirar varias puntas, finalmente salió: empecé a dar un taller literario, en un horario inverosímil: sábados, 10.30 AM (y hasta quizás lo cambiemos para las 10.00). Gratuito, además. La cita es en la delegación municipal de Villa Adelina (Av. Ader 4057, a media cuadra de Paraná), y la gente, bien típica de barrio. Sobre todo, muchas mujeres, y sobre todo, muchas mayores y/o jubiladas.

Después de mucho tiempo sin "escribir" (aunque sea mentira, aunque garrapatee poemas cada tanto, aunque escriba en este blog y en los demás), anteayer retomé un cuento inconcluso y le estuve dando forma entusiasmado. No me parece casual que esto haya sido al mismo tiempo que el taller literario: aunque sea como coordinador, evidentemente éste me hace falta como un contacto cotidiano con el hecho literario. Primo scrivere, doppo parlare.

Psycho-pedagogía

Quizás no debería hacerlo, pero escribo para sacarme de encima la bronca que me traje del colegio, justo hoy, que es viernes y debería estar más relajado.
Salí un momento de clase para asistir a una reunión importante y tratar los problemas de un chico disléxico que tenemos en uno de los cursos. Estaban la directora, la orientadora de secundaria, la psicopedagoga del colegio y la que está tratando de forma particular al chico.
Creo que lo primero que me molestó fue la sensación de que se pasaban la pelota unos a otros; sobre todo, la psicopedagoga del chico (en adelante "esa mujer"), apuntando alternativamente al colegio, a la psicopedagoga del colegio, o al único docente presente como tal (yo).
Esa mujer -de rostro durito por el botox, y quizás por el maquillaje que tenía de más- hizo su descargo diciendo que no "trataba" al chico, sino que le hacía "tutorías" o "apoyo". En otras palabras, se llama a sí misma psicopedagoga por hacer un apoyo escolar común y silvestre. Y hasta llegó a criticar mi elección del libro de texto (¡!). Me recordó a otra psicopedagoga, bastante desastrosa, que atendía a mi primo G. cuando yo le daba apoyo escolar.
La reunión resultó tensa y poco productiva, al menos durante el rato en que yo me quedé. Como diría el protagonista del (¿tan, tan difícil?) Lazarillo: "Y por esto, y por otras cosillas que no digo, salí dél".

En casos como éste es muy fácil llenarse la boca diciendo que querés "lo mejor para el chico". Pero yo veo poca predisposición para sentarse y trabajar en serio en torno a un problema.
Si bien yo había advertido los problemas de dislexia del chico, recién en este momento se está haciendo algo concreto por él. Y mientras tanto, los docentes quedamos en el medio, sin saber bien cómo adaptar la currícula o siquiera evaluar casos como éste.